La fotografía es imagen pública y privada, análoga y digital, amateur, profesional, de estudio o ambulante, imagen fija o animada. Familiar, documental, de viajes, conceptual, artística. Casi todo el mundo ha sido fotografiado, casi todos hemos fotografiado, casi todos hemos visto fotografía. Este blog está dedicado a la reflexión sobre este método de representación.

Blogger: Xavier Aguirre Palacios

Muérdele la manzana


Me permito compartirles este texto de mi estimado amigo Ernesto Reséndiz, nativo de Zamora, Michoacán. Aunque usualmente los intereses de Ernesto, o más bien sus textos, se dirigen hacia la literatura, me he decidido a incluir sus reflexiones en este blog por la sensibilidad que estas líneas emanan. "Muérdele la manzana" me parece un bello ejemplo del poder de la fotografía para llevarnos de viaje, por tiempos y paisajes lejanos o por espacios internos y personales, pero siempre por rumbos ignotos.




Muérdele la manzana

Dedicado a mi padre

Regreso a mi terruño, siempre regreso. Es el jueves 15 del último mes de este año que ya se fue. Entro a mi habitación, busco dos cosas que quiero inmediatamente: una bolsa azul y un libro púrpura. No encuentro la bolsa, el texto está donde lo dejé. En la noche, ya acostado, hojeo La manzana de Adán, escrito por Claudia Donoso e ilustrado por Paz Errázuriz. Me acuerdo de aquella vez que entré en la biblioteca de mi padre, su jardín de papel y polvo, y encontré el fruto prohibido. Las fotografías de Errázuriz me impactaron mucho y me fascinaron: retratos hermosos de las travestis en la dictadura de Chile en los años ochenta. De una foto me enamoré. Entonces me convertí en Heracles y del Jardín de las Hespérides robé una manzana de oro.




Reviso el libro y encuentro que me sigue conmocionando como la primera vez, leo los testimonios de la marginalidad y la represión brutal de los carabineros contra las travestis, las voces son crudas, no puedo seguirlas y abandono el jardín secreto. Estoy agotado. Sueño que soy Blanca Nieves al revés, seducida por la bruja que me ofrece la manzana envenenada. La travesti es un hombre que se viste de mujer. O una mujer que se viste de hombre. Adán que se viste con la desnudez de Eva. Eva disfrazada de Adán. O viceversa. Eva es un Ave. Pájaro que se posa en el Árbol de la sabiduría, en el nido de la entrepierna. Quizá en ese paraíso no hay tal Eva. Y el joven Adonis da de comer una manzana a Adán. En el tronco del manzano están tallados sus nombres. Adán y Adonis. Sueño, imagino…




El sábado 17, por chat, les cuento a mis amigos Oscar y Pablo de la foto que más me gusta. Ellos coinciden conmigo en su belleza. Busco en Google más información sobre la autora de esos retratos en blanco y negro. Curiosa coincidencia: ese día el diario La Tercera, de Chile, anuncia que la emblemática colección de fotos ha sido comprada por la galería Tate, de Londres. Errázuriz declara al periódico: “es interesante que la Tate adquiera un trabajo mío, porque esta serie no interesó acá en el mundo del arte. Para mí significa un cambio de órbita. Lo hice a horas complicadas durante la dictadura, una investigación sobre la prostitución y tuve una relación muy cercana con las personas que fotografiaba. Hoy aún tengo contacto con mis amigos de La manzana, los pocos que han sobrevivido al sida.”



Segunda coincidencia: ese sábado 17 es el Día Internacional para la erradicación de la violencia contra las trabajadoras y trabajadores del sexo. Evidentemente, en la dictadura de Pinochet las travestis no fueron consideradas como trabajadoras del sexo. Las violaciones, chantajes, estigmas, humillaciones, explotaciones y asesinatos que sufrieron las “colas” chilenas no son parte del pasado, brutalmente continúa la destrucción de la dignidad de millones de personas en el mundo, por realizar el trabajo más antiguo. Gráfica palabra es “cola” que se usa en Chile para referirse a los homosexuales. La cola la escuché de la boca del poeta Javier Norambuena, a quien conocí el año pasado junto con el historiador Víctor Rocha, oriundos de ese país que es una cola alargada en el Sur.



Pregunto a mi padre dónde consiguió La manzana de Adán, su ojo izquierdo está hinchado por la maldita enfermedad, se ha puesto como una manzana. No me sabe dar razón, no recuerda ni le interesa. Me duele verlo. Me duelo con su dolor. Si pudiera arrancarme los ojos detrás de los vidrios de mis lentes para dárselos, lo haría. Yo, cuatrojos. Ojos de manzanas podridas. Ojos que da pánico soñar.

Mis ojos pasan por las hojas del libro que hoy es imposible de conseguir. Una joya. Una manzana de oro. En 1990 se publicó gracias a la beca Guggenheim. El volumen tuvo repercusión, ese año la naciente compañía Teatro La Memoria llevó una obra homónima a escena, encabezada por el actor Alfredo Castro. Las fotografías habían sido expuestas un año antes en la galería Ojo de Buey, en Santiago, y en el Center for Photography de Sidney, Australia. Las travestis tenían voz e imagen en la dictadura, un pequeño triunfo. Por entonces, Pedro Lemebel y Francisco Casas hacían el escándalo a dúo de las “Yeguas del Apocalipsis” y ponían pie y pezuñas a la homofobia de la derecha y la izquierda por igual.



Irremediablemente las travestis de Talca de las 45 fotografías me recuerdan a La Manuela, protagonista de la novela El lugar sin límites (1967) de José Donoso. Curiosamente, La Manuela también vive en Talca, ese lugar sin límites. La historia, ya se sabe, fue llevada al cine en 1977 por Arturo Ripstein, con la célebre encarnación de Roberto Cobo como La Manuela. El beso de Roberto Cobo y Gonzalo Vega fue un hito. Una mordida deliciosa a la manzana. En el ramaje dorado se posa el obsceno pájaro de la noche.

Pienso que una fotografía es siempre un lugar sin límites. Espacio profundo de un instante. La cámara fotográfica de Paz Errázuriz es una cámara lúcida, lúdica y lúbrica. En una entrevista que concedió a la revista Cuartoscuro, que se puede leer en línea, ella explica su proceso creativo: “cada fotografía tiene su propia vida: a veces el motivo es un proyecto concreto, otras veces eso o ese otro te hace un guiño para que lo mires y lo atrapes con la mirada. Pero siempre es un momento que me conmueve ya que se establece un contacto muy especial con la persona fotografiada, un diálogo contenido donde yo también me siento observada.”



La fotografía como mirada memoriosa. La manzana de Adán es la memoria de travestis y homosexuales que convivieron en el prostíbulo La Jaula: Evelyn, Pilar, Suzuki, Leyla, Chichi, Andrea Polpaico, Nirka, Déborah, Coral, Macarena y Priscila. Mis ojos escapan, salen volando de la jaula. La fotografía que más me gusta es un retrato de Evelyn y Héctor.



Evelyn cuenta su amor: “A Héctor lo conocí en un cumpleaños y lo tomé como cosa mía sin haberle preguntado si él quería. Se lo levanté a un cola. Delante del cola le pasé plata para que fuera al cine: ‘Anda a buscar las películas y como a las doce me pasas a buscar’. El Héctor no tenía dónde vivir, así es que se fue conmigo. Llevamos cinco años juntos. Es la relación más duradera que he tenido y la más loca.”



Héctor, a su vez, explica: “Mucha gente lo mira a uno como si fuera distinto, pero en realidad no lo es. Yo nunca he andado metido con los demás colas del ambiente. Al travesti yo lo veo como una necesidad. Yo ando con Leonardo y nadie más. Leonardo me ha ayudado harto en un sentido moral y espiritual, porque gracias a él, la mamá y al hermano, como que he encontrado una familia y eso me ha ayudado.”

Leonardo Paredes Sierra o Leo o Evelyn o Eve recibió su nombre de una “cola preciosa” que se llamaba así, que quizá murió en Francia y a quien quería porque se parecía mucho a la Sofía Loren. Evelyn afirma que: “Nunca me metí con mujeres. Asco no me daban. Me daban rabia porque no cachaban que yo era maricón. Cuando pelié con mi primer amor fue que me hice travesti. Antes jamás me había vestido de mujer. Con ese amor nos escribíamos cartas y cuando su familia supo que andábamos juntos, yo le dije que se quedara con su familia porque la iba a tener para toda la vida y que lo nuestro algún día se iba a acabar. Estuve un año encerrado. Estaba aburrido, no tenía trabajo y andaba con la moral tan baja que dije: me voy a meter a trabajar de puta porque va a ser la única manera de olvidarme de ese hombre.”

Ahora me pregunto, ¿qué fue de Evelyn? El libro me resulta entrañable porque en medio de la represión muestra que no existe la opresión total, las personas construyen sus espacios de resistencia, para ser ellas mismas, los lugares sin límites a su libertad. El libro es un obsequio de mi padre. Imagino el instante en que la cámara de Paz Errázuriz hizo clic, Evelyn estaba lista, “se colocó una cinta de terciopelo negro en el cuello para taparse la manzana de Adán.” Es entonces cuando muerdo la manzana.