La fotografía es imagen pública y privada, análoga y digital, amateur, profesional, de estudio o ambulante, imagen fija o animada. Familiar, documental, de viajes, conceptual, artística. Casi todo el mundo ha sido fotografiado, casi todos hemos fotografiado, casi todos hemos visto fotografía. Este blog está dedicado a la reflexión sobre este método de representación.

Blogger: Xavier Aguirre Palacios

Fotografía y Memoria


Para todo aquel con dos dedos de frente, la relación entre fotografía y memoria parece obvia. Habitualmente este vínculo se piensa en función de la capacidad referencial de la imagen, esto es, en la posibilidad de la fotografía de referir, mostrar y evocar acontecimientos o circunstancias del pasado. Las fotos de una boda, del cumpleaños de mi abuela, las imágenes de Héctor García sobre el movimiento vallejista, o las fotografías de Koudelka sobre la invasión soviética de Checoslavaquia, buscan aludir a un momento del ayer, a un hecho del que debe quedar memoria. Podemos decir que Koudelka y mi abuela tienen en común un afán por preservar, a través de un lenguaje visual, un acontecimiento significativo. Por supuesto la significación es distinta, pues a pesar de la enorme trascendencia que la abuela ha tenido en mi vida (yo no sería quien soy sin sus abundantes desayunos), sería iluso comparar el impacto de su cumpleaños con la ocupación militar de un país en el contexto de la Guerra Fría. A pesar de ello, dichas fotografías nacen todas del mismo impulso primigenio del hombre por conservar, en este caso a través de la fotografía, lo que ha sido, lo que fue, lo que pasó; sabiendo que la imagen goza de la mencionada capacidad referencial.

(Foto: Pedro Meyer)

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con este tipo de vínculo entre fotografía y memoria, sin embargo “Un canguro llamado huachinango” (taller impartido en la Fundación Pedro Meyer) me llevó a pensar en los otros posibles nexos entre memoria y fotografía.
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Como muchos sustantivos del español “memoria” es una palabra que puede utilizarse con muy diversos significados en una enorme variedad de circunstancias. “Memoria” es la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. Es la huella o vestigio (material o inmaterial) del ayer, o incluso el pasado mismo visto desde la actualidad del sujeto. Hacer memoria es el acto mediante el cual (consciente o inconscientemente) enunciamos para otros, o para nosotros mismos, acontecimientos del pasado propio o compartido. El mismo vocablo se utiliza para referirse a la facultad mental de todo individuo, al objeto material, al pasado propio y colectivo y al acto de recordar. Incluso se refiere a este supuesto espacio, pequeño cofre, dentro de nuestro cerebro, en donde cuidadosamente atesoramos aquello que recordamos, o creemos recordar, sobre lo que ha pasado en nuestra vida y en nuestro entorno.

Contrario a la multiplicidad significante de “memoria”, “fotografía” goza, como pocas palabras, de un significado casi unidireccional, lo cual no quiere decir menos flexible. A pesar de las dificultades de definir en qué momento preciso los calotipos, daguerrotipos y otros procedimientos contemporáneos a ellos, pueden considerarse propiamente fotografías; y a pesar del debate actual en torno a la validez o no de la manipulación digital; casi todo el mundo, aceptará el llamar “fotografía” a cualquier imagen consecuencia de la acción de la luz sobre una superficie sensible. Sobra decir que el término es, ante todo, versátil, pues resulta igualmente válido para denominar la imagen estenopeica, análoga o digital, entre muchas más.
Dicho en otras palabras, a pesar de la mencionada versatilidad, casi cualquier persona al ver una fotografía la reconocerá como tal y la llamará con ese nombre, y casi nadie llamará “fotografía” a un óleo, un poema, una escultura o cualquier producto de otra técnica de representación.

Pensemos lentamente en los múltiples significados de memoria. Repasemos somera e imaginariamente la amplitud de imágenes que (a pesar de sus enormes diferencias) son todas fotografías. ¿No será que la unión de memoria y fotografía es aún más fértil de lo que pensamos? La fotografía como memoria gráfica, como referencia, fotografía como huella, como pasado, fotografía como el acto mismo de recordar.

“Un canguro llamado huachinango” me mostró imágenes de jardines y cafetales, de mujeres, maniquíes, de circos, carnavales, del dolor de un poblado y del dolor de un pueblo. Amateurs, profesionales y escolares, análogas y digitales. Todas fotografías y todas con un distinto vínculo con la memoria, sin que estos sean excluyentes entre sí.

Sobre el primer nexo ya he hablado. La función referencial de la imagen fotografía crea la ilusión de exhibir el mundo tal cual es. La foto es entonces un recurso informativo que nos permite acceder a acontecimientos del pasado o del presente. Esto es lo que pasa al mirar las fotografías de los jornaleros en los cafetales y las barricas en donde duermen, o quizás al contemplar aquellas imágenes de mujeres dolientes, que en medio de un llanto sin lágrimas, esperan la llegada de un ataúd en Michoacán. En estos casos la fotografía nos muestra un fragmento de la realidad pasada, o al menos del presente recién transcurrido. La fotografía es en estos casos recuerdo.


(Fotos: Mauricio Jiménez)


Estas imágenes son también memoria futura, pues seccionan, cortan, seleccionan y fijan, un pedazo del mundo para los ojos de quienes estén después de nosotros, quienes construirán con ellas parte de su memoria al mirar nuestros periódicos, archivos, revistas o álbumes.

En otros casos las fotografías son el objeto mismo de la memoria. En aquellas imágenes que integran una carpeta de trabajo o un proyecto escolar, las fotos son el evento en sí mismo. No el recuerdo, sino el pasado. El objeto fotográfico, la impresión, el archivo, la toma, son entonces el acontecimiento que después será recordado. Las imágenes de mujeres y maniquíes, en aparadores o en la calle; la fotografía en que una muchacha entra solitaria a un vagón de metro; las imágenes de rabinos que transitan morados frente a fondos naranjas; o aquellas que muestran el desempeño de un estudiante que juega con las luces, las distancias, los objetivos. En todas ellas, la fotografía es a la vez objeto y suceso, y nuevamente se proyecta como memoria, como objeto de la memoria del mañana. El pensar la fotografía como acontecimiento, es moneda de uso corriente, pues es así como la abordan los historiadores, críticos y analistas de la imagen.


(Foto: Claudia López)


(Foto: Rodolfo Saldívar)(Foto: Xavier Aguirre)
También existen imágenes que reflexionan. Que transmiten sensaciones y opiniones personales o colectivas. Fotografías que juntas son un discurso gráfico, una elaboración visual y consciente del pasado. Las imágenes de un parque devastado, de plantas marchitas y senderos maltrechos, son una analogía de la incertidumbre y de la depresión. Del duro paso de la crisis que se respira en el aire y de quien la siente dentro del propio pecho.

(Foto: Alejandro Briones)
Las fotos del carnaval de Iztapalapa, de aquella profusión de charros, payasos, hadas y reinas, son una reflexión sobre lo pintoresco. Sobre la versatilidad de la cultura, sobre las espirales en que se funden fantasía y realidad, glamur y pobreza. En ambos casos la fotografía (la imagen fotográfica y el acto creativo que le da origen) es la forma en que construye el recuerdo, la técnica de que se sirve la memoria para pensar y caracterizarse.
(Fotos: Enrique Villaseñor)
Hay que pensar además en la fotografía como vehículo. No como recuerdo, sino como el acto en sí de recordar, de acordarse, de sentir nostalgia, de sumergirse viéndose por dentro a uno mismo y a los suyos. Las fotografías de tétricas montañas de zapatos, maletas, anteojos, único rastro material de quienes fueron injustamente asesinados en Auschwitz, transforman a la imagen en un canal entre la memoria personal y la colectiva, entre la memoria de una mujer y la de su pueblo. Las fotos del circo, de sus carpas y tráileres, de sus artistas y su colorida festividad itinerante, nos muestran el rostro de un hombre que muchos años antes se había liberado tomando fotos del circo. La fotografía (como imagen, como acto creativo y como fenómeno colectivo) es estos casos una forma en que el fotógrafo vuelve sobre su propio pasado.
(Fotos: Sergio Lubezky)
A pesar de lo contrastante de las temáticas, ambas series tienen mucho en común. En ellas la fotografía es una forma de visitar (o re-vistiar) la historia. Es aquí la foto un vehículo de la memoria, una vía de la introspección, una forma de volver sobre los propios pasos y adentrase hondo, hondo en la memoria. Es esto lo que pasa en los ojos perdidos, de quien vuelve sobre sus álbumes fotográficos y se encuentra consigo mismo en las imágenes familiares. La fotografía se convierte entonces, en uno de los pocos, poquísimos, mecanismos en la vida cotidiana, que llevan al ser humano a volver sobre su pasado, sobre su historia.

En todos estos casos la fotografía (entendida como la práctica que implica pensar, crear, mirar y conservar imágenes fotográficas) es una praxis individual y social vinculada a la memoria.
Hace poco, en un diplomado que nada tiene que ver con "Un canguro llamado huachinango”, dos queridos maestros aseguraban que antes la gente tomaba fotos para recordar, mientras que hoy lo hacían para olvidar. Sí y no. Lo que ellos quisieron decir es que antes del fenómeno digital, la gente común (el ciudadano de a pie, aquellos afortunados seres humanos con una cámara en su poder) solían fotografiar aquellos momentos que deseaban recordar. Aquellos momentos, actores, hechos o circunstancias que deseaban preservar dentro de su memoria. Por el contrario en la actualidad, la humanidad fotografía para NO recordar, esperando que la imagen sustituya al recuerdo, pues es tal nuestra capacidad para fabricar fotografías, y después para acceder a ellas, que dejamos de lado nuestro propio recuerdo. Según mis profesores: fotografiamos para olvidar.
Sí y no. Aunque el argumento construido en el párrafo anterior es harto convincente, falla en su percepción de lo que es la memoria individual y colectiva. Es cierto que la gente (tanto amateurs como profesionales, yo, usted, nosotros y ellos) fotografía para olvidar, sin embargo este fenómeno no es nuevo y, contrario a lo que parece, ello no se contrapone a fotografiar para recordar.
A primera vista un recuerdo se construye con lo que recordamos. Sin embargo, en una reflexión un poquito más profunda, la materia prima del recuerdo, de la memoria y también de la fotografía, es el olvido. Lo que no pudimos asir, lo que se escapa, lo que no vimos o no quisimos ver, que queda fuera de cuadro, lo que nunca notamos. La memoria se construye primero con lo que olvidamos (consciente o inconscientemente) y sólo más adelante, con todo aquello que sí conseguimos preservar y que re-interpretamos desde la circunstancia presente.
Se suele pensar a la memoria como un cofre de recuerdos, como palacio del pasado, como un rinconcito en el cerebro en donde hurgamos a voluntad buscando aquello que se recuerda. Los estudios sobre el funcionamiento del cerebro, han demostrado que lejos de ser una especie de computadora con un lugar específico donde se aloja la memoria, nuestra mente construye una memoria activa. Lejos de contar con el mencionado cofre, lo que existe es más bien el proceso dinámico de recordar o evocar. En otras palabras, no existen recuerdos fijos ni fijados en parte alguna del cerebro, recordar es más parecido a crear que a reproducir. El acto mediante el cual accedemos a la memoria, el acto de recordar, es flexible, cambiante y se encuentra marcado por nuestras preocupaciones, sentimientos y características presentes.
Es cierto que al fotografiar olvidamos (siempre lo hemos hecho), pero es a partir de lo que deja dicho olvido que construimos nuestros recuerdos y nuestras fotografías.
La praxis fotográfica es como la praxis de la memoria, pues toda fotografía tiene un fuera de cuadro mucho más grande que el contenido de la imagen misma. Ninguna fotografía dice más de mil palabras, entre otras cosas, porque siempre varia su significado por la circunstancia en que se hace pública o privada, por la situación presente de quien interactúa con ella.
Tantos y tan fuertes son los vínculos entre fotografía y memoria que incluso hemos convertido a la fotografía en una facultad, una capacidad específica, que, aunque adquirida, es insustituible para ver, pensar y leer el mundo a través de cierto tipo de imágenes. ¿Cómo y por qué se recuerda?, ¿qué ocurre en nuestro interior para hacernos capaces de evocar ciertas escenas, situaciones, nombres y personajes? ¿No será que muchos recordamos ya “fotográficamente” magnificando y absorbiendo lo visual por encima de lo que nos proporcionan nuestros otros sentidos? ¿No esto lo que pasa, cuando al ir caminando por la calle nos detenemos ante lo inusual, lo inesperado, y lo observamos fijamente para que quede grabado en la memoria como una imagen fotográfica? ¿No es así como vemos a quien nos ama, detenidamente, fotografiando mentalmente las líneas, lunares y pequeñas imperfecciones de su cara? Cuando recordamos la cuna de nuestra primera infancia ¿realmente la recordamos, o la sentimos palpitando dentro de la memoria por obra y gracia de aquella fotografía donde la hemos visto un millón de veces?
La fotografía y la memoria, son para el individuo y las sociedades occidentales actuales, dos caras de la misma moneda.

[1] “Un canguro llamado huachinango” fue impartido, en mayo de 2010, por Pedro Meyer, en la fundación que lleva su nombre. Las imágenes que se utilizan para ejemplificar las posibles relaciones entre memoria y fotografía, fueron realizadas por los asistentes al taller.

Manifestación reyista: una imagen de Manuel Ramos

Una carga de los montados en la Plazuela de Guardiola. Muchos transeúntes huyen despavoridos a refugiarse en las casas comerciales.

GRAVISIMOS DESORDENES SE REGISTRARON AYER
El Sr. General Bernardo Reyes y dos de sus hijos fueron heridos al ser disuelta por el pueblo la manifestación reyista
Muertos y heridos por las cargas de la Gendarmería
[1]

Como es bien sabido por nuestros fieles lectores la sucesión presidencial próxima a ocurrir se presenta harto compleja debido a la situación nacional. El día de ayer una manifestación de partidarios del señor General Bernardo Reyes se encontró con un numeroso grupo de simpatizantes del señor Francisco I. Madero, líder de la Revolución triunfante.

Estos son los hechos capturados en la excelente fotografía del señor Manuel Ramos, experimentado fotógrafo que desde julio del año pasado colabora con este diario.

En ella podemos observar a la Gendarmería Montada cargando contra la población, respondiendo a la orden del Gobernador del Distrito Federal, Ing. Ignacio Rivero. Los manifestantes y transeúntes huyen despavoridos, tratando de refugiarse en los diversos comercios. En desordenado y despavorido tropel se abalanzan contra los escaparates y accesos, destrozando la puerta del Kingman’s Restaurant y causando daños en los establecimientos aledaños.

Como puede recordar nuestro público lector el pueblo mexicano celebrará en noviembre próximo, por primera vez en más de 30 años, elecciones presidenciales en toda regla. En donde la designación del máximo mandatario recaiga de manera auténtica en la soberanía del pueblo. Desde que en 1876 el General Porfirio Díaz se hizo con el poder, el pueblo de México conoció un gobierno que centralizó el poder y empobreció fuertemente a la gran mayoría de la población, mientras unos cuantos oligarcas se enriquecían con el sudor de los mexicanos.[2]

El gobierno de Porfirio Díaz, que incluye el período presidencial de Manuel González, “el país en su conjunto mejoró su economía en un grado y una extensión nunca antes vistos.”[3] Aumentó de 460 a 19 000 los kilómetros de vías férreas y se creó una serie de bancos que posibilitaron el ensanchamiento y prosperidad de la agricultura, la minería, el comercio y la industria, favoreciéndose además la inversión de capital extranjero en todos los rubros económicos nacionales. El crecimiento económico aunado a la subordinación de los poderes legislativo y judicial al ejecutivo, permitió que Díaz tuviera el poder absoluto del país. A lo largo de su gobierno mantuvo a raya a cualquier tipo de oposición o disidencia modificando la ley o valiéndose de la fuerza pública.

Todo lo anterior ocasionó una gran diferenciación económica entre los distintos grupos sociales, caracterizada por la poca capilaridad social y por la pérdida de derechos civiles y políticos, lo cual generó una enorme tensión que finalmente estalló en 1910 con el movimiento armado encabezado por Francisco I. Madero.[4]

Como el lector medianamente informado puede recordar, la Revolución del señor Madero no fue el primer momento de crisis para el General Díaz, destacan por supuesto la huelga en la fábrica de textiles en Río Blanco, Veracruz; o los desmanes promovidos por el Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, sin embargo hubo también escisiones internas que sacudieron el orden político nacional. La más importante de ellas fue la que se produjo entre el señor General Bernardo Reyes, en ese momento Gobernador del Honorable estado de Nuevo León, y el Secretario de Hacienda el señor José Yves Limantour.

El General Bernardo Reyes nació en Guadalajara, Jalisco en 1850. Es un hombre de honor, destacado militar y político que ocupó entre 1900 y 1903 la Secretaria de Guerra y Marina y que gobernó el estado de Nuevo León entre 1885 y 1909. En 1902 el señor presidente Díaz planteó la posibilidad de abandonar el poder y no contender en las elecciones que se realizarían en 1904. Se dio una fuerte pugna entre Reyes y José Ives Limantour, Secretario de Hacienda, en expectativa de que Díaz designara a alguno de ellos como candidato oficial.[5] Ambos representaban los dos bastiones del poder porfirista: los militares, representados por Reyes, y los conocidos como científicos, un grupo de viejos políticos de ideología positivista pertenecientes a la más alta burguesía nacional, representados por Limantour. El conflicto sacudió los círculos de poder porfirista y culminó con el desprestigio de Limantour y la entronización popular de Reyes, aunque ninguno de los dos participó en las elecciones y Díaz fue electo una vez más.

Ante las elecciones de 1910, para las que Díaz ha prometido nuevamente abandonar el poder, Reyes se perfila desde 1909 como el candidato más popular, por lo que es enviado al exilio. En abril de 1911, viendo los enormes avances del movimiento revolucionario, el General Díaz pide la vuelta de Reyes al país, sin estar claro que persigue con su regreso. En medio del océano, camino a la Patria, Reyes se entera de la renuncia de Díaz.[6]

Con la Revolución triunfante y la presidencia interina Francisco León de la Barra, Reyes se plantea el lanzarse como candidato presidencial. El panorama nacional ha cambiado muchísimo desde su exilio y aunque trató en un principio de unir fuerzas con Madero para garantizar un gobierno más incluyente y con un carácter de transición, no pudo convencer al revolucionario, por lo que se organizó su candidatura en torno a una campaña nacional que empezó a principios de agosto.

La redacción de este diario ha considerado necesario hacer esta retrospectiva de los problemas políticos que aquejan a nuestro país, con el fin de facilitar a nuestros apreciables lectores la comprensión de los acontecimientos que plasma la fotografía que hemos colocado en primera plana.

La Mamá: Pero como me alegraré de que se den un buen golpe muchachos malcriados…
Como saben existe actualmente una gran inestabilidad nacional que, si bien no se compara con los aciagos meses de la Revolución, no permite actualmente dilucidar quién resultará triunfador en las elecciones en que el pueblo de México designará a su primer mandatario. Por un lado debemos reconocer que el señor Francisco I. Madero goza de una gran popularidad, no sólo por su carisma y altos valores, sino porque se encuentra revestido con la gloria de haber puesto fin a la dictadura. Sin embargo es cierto también que el señor Madero ha sido demasiado conciliador con los miembros del antiguo régimen, sin notar, o sin querer hacerlo, que estos no piensan en él como un prospecto de gobernante. Por otro lado también resultan lamentables las divisiones que surgieron en el seno de su partido entre sus partidarios y los de los hermanos Francisco y Emilio Vásquez Gómez, lo cual ha restado fuerza a su movimiento. Es de notarse también la popularidad que entre los porfiristas ha alcanzado el presidente interino, por lo que es probable también que el señor Francisco León de la Barra, que a lo largo de los últimos años ha tenido múltiples desencuentros y conflictos con el señor Madero, resulte vencedor en la próxima contienda electoral. Por último no olvidemos la gran popularidad de la que goza desde 1902 el General Bernardo Reyes, que cuenta con el apoyo del ejército federal y el único que tiene probadas sus capacidades de gobierno. Todo esto enrarece el clima de las próximas elecciones y ha generado una multitud de conflictos entre los partidarios de los tres candidatos, particularmente en la Ciudad de México.[7]
Para organizar la campaña los partidarios del señor General Reyes fueron convocados por el Doctor Samuel Espinosa de los Monteros, quien ha organizado clubes y centros reyistas así como los principales mítines en el teatro Zaragoza y en las calles de Santa María, en donde tuvieron gran oposición de parte de los maderistas, que prácticamente les han declarado la guerra.

Así partidarios que buscan sostener la candidatura del General Reyes organizaron para la mañana de ayer, domingo 3 de septiembre, una manifestación en su honor que acabó como el Rosario de Amozoc. [8] Se dieron cita en la calle del Apartado y la plaza del Carmen a las 8:00 am y tan sólo media hora después se había reunido el imponente número de 600 reyistas. Llegaron montados el doctor Espinosa de los Monteros y el licenciado Rodolfo Reyes, hijo y consejero político del General, quienes junto con otros organizadores decidieron que comenzara la manifestación. Para ese momento ya se habían producido algunos incidentes menores entre los manifestantes y algunos maderistas que, observando los preparativos del acto, se divertían insultándolos y burlándose de ellos y de su candidato.

Cuando empezó a andar la manifestación los maderistas le bloquearon, quedando cortada la columna que formaba el grueso de la misma. Esto hizo que se presentara la Policía tratando de calmar los ánimos para que la manifestación pudiera proseguir. Acompañaban al contingente principal cerca de veinte automóviles que en su interior llevaban grandes paquetes largos que llamaron la atención de los guardianes del orden. Cuando los presentes se asosegaron un poco, la Policía registró dos de los autos y pudo ver que los paquetes contenían numerosos rifles y parque. Sospechando justificadamente se dieron a la tarea de revisar todos los autos, y vieron que estaban llenos de armas y municiones. Esto generó la indignación de la multitud, a pesar de lo cual la manifestación siguió adelante en medio de la rechifla general.

Los manifestantes iban custodiados por gendarmes montados y llevaban tres bandas de música, que amenizaban el caudaloso río de banderas rojas. Otro incidente se presentó en la esquina de Santo Domingo y Donceles, cuando algunos de los participantes en la manifestación pretendieron linchar con sus banderas y estandartes a un infeliz que se atrevió a gritar “¡Que muera Bernardo Reyes!”. Afortunadamente esto fue impedido por algunos maderistas que por ahí se encontraban.

Al llegar la manifestación a la Plaza de la Constitución, surgió un nuevo escándalo porque algunos maderistas les arrojaron basura de los contenedores de la plaza, pasto de los jardines y las escobas de los barrenderos que en ese momento se encontraban laborando, en medio de epítetos denigrantes y vivas a Madero.

Conforme avanzaba por la calles de la ciudad la manifestación recibió apoyo desde algunos balcones, desde donde varias familias les arrojaron numerosos ramilletes de flores.
Continuó la marcha proselitista hasta Avenida Juárez, ahí frente a fotografía Daguerre, o quizás frente al templo de Corpus Christi o frente al hotel de San Francisco, llegó en automóvil el señor General Bernardo Reyes. Fue entusiastamente aclamado por sus partidarios y se decidió que encabezará la columna principal del acto en su honor.

La manifestación retrocedió hacia el oriente y al pasar por el Palacio Postal, apareció un grupo grande de maderistas que comenzó a insultar a la multitud, haciendo del General Reyes el blanco de sus iras. Como se impedía el paso los organizadores dieron orden de retroceder hacia Avenida Juárez. Ahí el grupo de maderistas se engrosó con otros más pequeños y en la esquina de la calle Teatro Nacional y Av. Juárez trataron de disolver la manifestación. Al no lograrlo, varios grupos se introdujeron en las obras del Teatro Nacional, donde hicieron provisión de piedras.

En ese momento los manifestantes se encontraban en la Plaza de Guardiola cuando fueron agredidos por las huestes maderistas, que en ese momento sumaban casi mil partidarios del revolucionario. Comenzó una terrible granizada petrea sobre los simpatizantes del General Reyes y varios de ellos fueron descalabrados. Un automóvil con dos señoritas que llevaban un clavel rojo en la solapa (símbolo del reyismo), pasaba en ese momento por San Juan de Letrán. En mala hora eligió su ruta el conductor, pues el automóvil fue lapidado y sus pasajeros insultados fuertemente.

Los maderistas enardecidos se apoderaron de los estandartes de sus enemigos y los quemaron en el medio de la calle. Temiendo por la integridad de su líder, sus partidarios refugiaron al General Reyes en el edificio de Fotografía Daguerre, el cual es apedreado junto con el resto de comercios ubicados en Avenida Juárez y la calle de San Francisco. Afortunadamente la mayor parte de los locatarios, avisados de la manifestación y temiendo que se presentarán disturbios como en efecto así fue, mandaron cubrir con tablas la fachada de sus negocios, protegiendo con ellos los escaparates, como podemos apreciar en la imagen. Así la pastelería y dulcería Hedderich’s y el hotel y restaurant Kingman’s pudieron prevenir el saqueo, aunque no por ello evitaron los daños sobre los cristales más pequeños y las ventanas de sus balcones. Algunos de los presentes se pronunciaron a favor de que fuera el General Reyes quien pagara por todos los desperfectos ocasionados en los negocios.

El licenciado Bonales Sandoval, colaborador cercano del General Reyes, intenta sin éxito salir a un balcón de Fotografía Daguerre con el ánimo de dirigirse al pueblo y apaciguar los ánimos violentos que lo imbuían. Con el mismo fin el General Reyes se asoma al balcón y usándolo como estrado grita “¡Todo por la Patria!”, recibiendo como respuesta una andanada de piedras, una de las cuales le dejó contuso. Completamente iracundo su hijo Rodolfo revienta en improperios soeces contra la multitud, resultando herido del mismo modo.

En ese momento se presentó en la escena de los hechos un escuadrón de Gendarmes de la Policía Montada, quienes intentaron proteger a los reyistas pero sin atacar a los contramanifestantes. Varios de los gendarmes resultaron lesionados por los improvisados proyectiles de los maderistas. Toda la calle se encontraba ya sembrada de vidrios, piedras y terrones, con algunas manchas de sangre.

Informados oportunamente de los hechos llegaron el Gobernador del Distrito Federal, Ingeniero Ignacio Rivero, y el Inspector General de Policía para restablecer el orden. Los partidarios del señor Madero, que se encontraban completamente fuera de sí, los recibieron de manera hostil y con una modesta pedrea. En medio de la rechifla generalizada alcanzó a oírse que alguien calificaba al Ingeniero Rivero de “viejo feo”, lo cual le hizo perder los estribos por lo que ordenó a la montada que arremetiera contra la multitud, aunque procurando no hacer grave daño. Los gendarmes se abalanzaron contra la multitud repartiendo algunos planazos con sus sables.
En este momento es cuando nuestro fotógrafo Manuel Ramos,[9] tomó la maravillosa instantánea que nos permite conocer el auténtico desarrollo de los hechos.
Si prestamos atención a la imagen notaremos que de los cinco gendarmes que se encuentran en el centro, varios llevan el sable desenfundado, con el cual seguramente golpearan a quien no sea lo suficientemente vivo para esquivarlos. Su silueta un poco borrosa nos indican la gran velocidad con la que irrumpen en la escena, sorprendiendo a varios de los transeúntes que se encuentran del lado derecho frente al Kingman’s. Incluso podemos apreciar que la puerta del Kingman’s es destrozada por la multitud que, aterrada por la violencia que reina en las calles, entra desbocada para ponerse a salvo. Algo similar pasa en la entrada de la pastelería La Parisiense en donde también entra un buen número de peatones en desbandada.

Contrasta con esto la actitud desenfadada de quienes se encuentran frente a Hedderich’s, lo cual se debe quizás a su falta de injerencia en la manifestación o en su sabotaje o quizás a la inesperada y veloz irrupción de los gendarmes.

Nuestro fotógrafo, que goza de una amplia experiencia en revistas ilustradas, supo colocarse en un lugar seguro para su equipo y su integridad personal. Así desde el Edificio Guardiola nos ofrece la posibilidad de ver la acción en pleno, así como a los curiosos que se asoman desde los balcones atraídos por el desorden.

El ideal de este diario ha sido siempre exponer la verdad tal cual es, pues tal debe ser el fin de la prensa. A mediados del gobierno del General Porfirio Díaz, nuestro medio fue lentamente evolucionando de la reflexión en artículos, a la crítica a través de la noticia. Esto por supuesto se vio favorecido gracias a la mayor velocidad con que recibimos la información gracias a la amplitud de las redes de telégrafo y ferrocarril, consecuencia del auge económico de los últimos 30 años. Paralelo a ello, el desarrollo tecnológico nos ha facilitado cada vez más el uso de imágenes en los medios impresos. Por supuesto en un principio asumimos de la cámara su capacidad para capturar la realidad, pero siempre lo hicimos en función de nuestros patrones visuales, esto es reproduciendo con la cámara el mundo como lo queríamos ver: como una pintura. La toma de conciencia de la posibilidad de la cámara de captar al mundo tal cual es y el mejoramiento tecnológico que hizo más versátil y práctico el dispositivo fotográfico, nos ha permitido captar la acción en el momento.

La instantánea de Ramos que hemos reproducido en primera plana es la prueba de ello. Como diario de actualidad que somos, en medio de nuestra realidad actual, un contexto nacional convulso, llevamos al lector al centro de la acción a través de la imagen. Ya no son necesarias las almidonadas poses y escenarios de la fotografía porfirista, ahora tenemos la oportunidad de mostrar tal cual es el mundo del lector. Mostrarle el momento exacto de la acción capturado y perpetuado para siempre a través del medio fotográfico. No nos importa más si los gendarmes aparecen borrosos, si el ángulo de la imagen es inusual, o si ningún rostro es reconocible. Lo que les ofrecemos apreciables lectores, a través de la fotografía de Manuel Ramos, es la posibilidad de conocer la realidad tal cual fue en el momento en que se convirtió en noticia.[10]

La fotografía de Manuel Ramos nos muestra el momento justo en que, debido a la convulsa situación nacional, dos grupos de ciudadanos enfrentados políticamente pasan de las palabras a los hechos obligando a la fuerza pública a intervenir.[11]

La arremetida de los gendarmes no fue suficiente para disolver a la multitud, la cual con los ánimos exacerbados se aprestó a la defensa y respondió con una nueva pedrea.
Al saber en su residencia el señor Madero lo que está pasando, siente la necesidad de ir en persona para apaciguar a los manifestantes. Sus colaboradores le recomiendan lo contrario por lo que se comisiona a un grupo de sus colaboradores para que vayan en el auto de madero al lugar de los hechos. Estos se presentan frente al templo de Corpus Christi y al no ser reconocidos por la multitud son recibidos con una lluvia de guijarros, creyéndose que son reyistas. Los colaboradores del señor Madero al ver que Rodolfo Reyes se encuentra en peligro, se dirigen hacia el para protegerlo, la multitud enardecida se les hecha encima y destroza completamente el hermoso auto marca “Protos”, del jefe de la Revolución triunfante.

Enterado de esto el señor Madero llega a Av. Juárez, y subido en su auto se dirige al pueblo, al cual le dijo poco más o menos las siguientes palabras:
“No deben nunca olvidar ustedes que el respeto al derecho ajeno es la paz. Si la dictadura del General Díaz provocó la guerra, es porque no respetaba los derechos del pueblo. Pues bien, ahora si queremos tener paz necesitamos respetar los derechos de los demás. Por ese motivo no apruebo yo que hayan disuelto en la forma violenta en que lo hicieron, la manifestación al señor General Reyes.
Aunque comprendo que causa indignación en el pueblo que el General Reyes haya lanzado su candidatura porque como se lo dije en una conversación privada, después de que el pueblo luchó tanto para derrocar una tiranía, le causa indignación que traten de engañarlo aprovechándose de la libertad que él mismo se conquistó y quienes imponerle otra dictadura.
Ahora váis a ejercitar vuestros derechos dentro de la ley y podéis tener la seguridad absoluta de que no podrá triunfar el General Reyes, porque si vamos a los comicios, el noventa y nueve por ciento o más estará con nosotros, y si vamos a las armas estaremos en la misma proporción, y ya sabe el señor General Bernardo Reyes que no puede jugar con el pueblo mejicano. De manera que no crean ustedes que intente hacer algo; pero si desgraciadamente lo intentase, será para recoger su merecido.
Suplico a ustedes que en su manifestación recuerden que están ejerciendo un derecho de ciudadanos y sepan que la conquista que han hecho de sus derechos les impone también deberes, y esos deberes son respetar la ley y los derechos de los demás.”[12]

En ese momento, cerca de la 1:30 de la tarde, se presentaron en la escena dos escuadrones de caballería del ejército. La multitud permaneció en la gritadera hasta que se escuchó que los comandantes ordenaron “A discreción, carguen”, con ello cesó el escándalo y la multitud prorrumpió en vivas para el ejército. Los soldados se encaminaron a la avenida San Francisco, y en poco tiempo los presentes, tanto reyistas como maderistas, se disolvieron terminando con ello los disturbios. El saldo total de la refriega es de 13 gendarmes heridos y más de 60 civiles, siendo lo más común contusiones, fracturas de dedos, contusiones por sablazos y machucamientos.



APÉNDICE: QUÉ PASARÁ CON BERNARDO REYES
Arguyendo la inviabilidad de las elecciones, debido a la inestabilidad nacional y a la influencia que sobre el Congreso y la Opinión Pública tiene Madero, se presentó por parte de Reyes, el Partido Nacional Católico y los partidarios de Francisco Vásquez Gómez una iniciativa al Congreso para que éstas fueran aplazadas. Ante la repuesta negativa del Congreso, Bernardo Reyes abandonará la contienda presidencial y el país el 28 de septiembre de 1911. Madero ganará las elecciones en noviembre de ese año ante lo cual Reyes lanzará un Plan Político el 16 de noviembre e intentará un levantamiento armado desde la frontera norte. Cruzará la frontera el 5 de diciembre tratando de promover la rebelión, solo para descubrir que la mayoría de sus partidarios le han abandonado. Esto se debe a que el proyecto político de Reyes, tan atractivo en 1902 o 1909, resulta ahora insuficiente para un pueblo que, tras un movimiento armado, tiene expectativas mucho mayores. Profundamente decepcionado Reyes se entregará el 25 de diciembre en Linares, Nuevo León. Será apresado y conducido a la Prisión Militar de Santiago Tlatelolco, en donde permanecerá hasta Febrero de 1913, cuando participe en la insurrección que desencadena la Decena Trágica, que culminará con la destitución y asesinato de Madero. Aunque como parte de este Golpe de Estado se planteaba la ascensión de Reyes y Félix Díaz al poder, esto se verá truncado por la muerte de Reyes bajo el fuego de metralla en el primer intento por tomar Palacio Nacional el 9 de febrero. Vid. Miguel Soto “El fracaso del reyismo”

[1] Estos son los titulares originales del diario El País. Diario Católico, una publicación que se origina en 1899, auspiciada por Trinidad Sánchez, para la que trabajó Manuel Ramos entre 1910 y 1913. La inauguración de este periódico está vinculada a una nueva corriente de prensa que, si bien era de oposición, se caracterizó por ser menos polémica y doctrinaria. Con una mayor referencia a cuestiones específicas y ya no tanto a posturas ideológicas, favoreciendo la noticia al artículo de opinión. Acacia Maldonado, “3.1 La prensa y el poder” en Manuel Ramos en la prensa ilustrada capitalina de principios del siglo XX: 1897-1924, págs. 70-83.
El lema en latín de El País, “PRO ARIS ET FOCIS CERTARE” puede traducirse como “[Combatir] Por la religión y por la Patria”. Es una frase de Cicerón incluida en su obra Natura Deorum y fue utilizada por diario y organizaciones militantes católicas en todo el mundo. Alejandra López Camacho, El periódico la sociedad. Periódico político y literario 1857-1867, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, consultado en http://historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/104.doc
[2] Esta valoración sobre el Porfiriato es exagerada y tradicionalista y nos es la visión del autor. Sin embargo es una visión que pervivió como parte de la historia oficial mexicana durante muchísimos años. El autor la introdujo por ser el discurso de varios periódicos, no necesariamente maderistas, entre ellos El País. Diario Católico.
[3] Daniel Cosío Villegas, “El porfiriato”, pág. 128
[4] Ibid.
[5] Algunos historiadores identifican la raíz del conflicto en 1899, cuando Díaz prometió la sucesión presidencial a Limantour siempre y cuando Reyes estuviera de acuerdo. Traicionando a ambos, Díaz se reeligió una vez más. Francisco Bulnes señala que Díaz, a lo largo de todo su gobierno, generó pugnas entre sus partidarios de modo que no hubiera entre sus allegados alguien con más poder que él, ni que pudiera generar simpatías suficientes para sustituirlo en la presidencia. Carmen Saez, “La élite dividida” en Enrique Florescano (coord.), Crisis del Porfirismo, págs. 119-126
[6] Miguel Soto, “El fracaso del reyismo” en Enrique Florescano (coord.), Madero y el tiempo nuevo, pág. 359
[7] No olvidemos que al clima de inestabilidad se suma el descontento de las tropas revolucionarias con Madero por dos razones principales: el conceder la presidencia interina a León de la Barra, lo cual fue considerado por muchos una traición y una permanencia innecesaria del porfiriato; y el licenciamiento de las tropas revolucionarias, lo cual deja a un lado a los combatientes del nuevo proyecto nacional, desconociéndolos y quitando legitimidad al propio movimiento. No olvidemos que las tropas de Emiliano Zapata continúan sublevadas. Enrique Krauze, Francisco I. Madero, pág. 67. Al autor le gustaría poder abundar en el contexto problemático en que se desarrollaron estas elecciones, sin embargo la mayor parte de la historiografía sobre el tema se enfoca en el triunfo electoral y legitimador de Madero y no en las dificultades que tuvo para conseguirlo. Pensando en esto el autor ha decidido incluir la caricatura de 1911 del diario El Ahuizote, que enuncia de manera muy clara el pensamiento de la época. La imagen fue obtenida de Miguel Soto, “El fracaso del reyismo” en Enrique Florescano (coord.), Madero y el tiempo nuevo, pág. 362.
[8] A partir de este momento presento mi relatoría de los hechos basada en las noticias de El País y El Imparcial (principal periódico de la época). Dado que ambos presentan en ocasiones versiones contradictorias o refieren hechos que el otro no, deliberadamente voy a omitir las referencias, pretendiendo con la confusión que el lector forme su propio juicio sobre los acontecimientos.
[9] Manuel Ramos nación en San Luis Potosí en 1874, parte de una familia media de clase urbana característica del porfiriato. Trabajó en varias de las más importantes publicaciones de la época, como El Imparcial y El mundo Ilustrado, ambas muy apegadas al régimen. Después de colaborar con El País Diario Católico. encontró trabajo como fotógrafo oficial del Museo Nacional en 1913 y más tarde en Inspección General de Monumentos Coloniales. Durante el movimiento cristero tendrá una importante participación, fotografiando a los combatientes, a los mártires y experimentando en la elaboración de fotomontajes, estas imágenes fueron muy difundidas entra la población católica como elementos de unidad y resistencia. Murió en 1945. Acacia Maldonado, “2.1 Datos biográficos”, op cit., págs. 32-44.
[10] Esta no es la visión que sobre la fotografía tiene el autor, pero fiel al ejercicio se abstiene de hacer alguna referencia a ella.
[11] “[Durante los primeros años de la Revolución Mexicana]El fotógrafo de prensa o el reportero gráfico es el que cumple la tarea de captar con su cámara los acontecimientos de actualidad que los editores o redactores le solicitan. Este tipo de fotógrafo se caracteriza por no manejar un lenguaje o discurso visual propio, puesto que la imagen es utilizada como ilustración, como testimonio fidedigno de algún hecho.” Acacia Maldonado, op cit., pág. 30.
[12] El País. Diario Católico, 4 de septiembre de 1911, página 4.

Unidad Nacional: Una imagen de los Hermanos Mayo


El 15 de septiembre de 1942 la sociedad mexicana concurre a la magna celebración del aniversario de la Independencia Nacional. En el podio un hombre habla, en la plaza miles escuchan.


Pueblo de México: En estos días, en que celebramos la proclamación de la Independencia, debemos aproximarnos con emoción a la realidad intrínseca de la Patria. Han transcurrido 132 años desde aquel en que nuestro pueblo rodeó en Dolores, al hombre de iluminada visión que tan merecidamente llamamos el Padre Hidalgo. .
.. Ninguna amargura nos fue evitada durante el proceso que requería la organización autónoma del país. Cuántos dolores parecía augurarnos el nombre mismo de la ciudad en que sonó por primera vez la campana inmortal de la Independencia, nuestras masas los han sufrido sin una queja, con ese heroísmo que hizo de bronce la intrepidez de Cuauhtémoc, la resolución de Morelos y la tenacidad ejemplar de Benito Juárez.
[1]


Junto al hombre, los hombres. El presidente, los ex presidentes, herederos de Hidalgo y de Juárez, los dioses de la política nacional desde 1920. Hijos de la revolución. Los tlatoanis del pueblo de los dolores, que una vez más se duele por la guerra. Siete hombres que a veces tendían la mano y a veces tendían la trampa, los unos contra los otros, contra uno, contra todos.


En 1920, después de cinco años de guerra civil, el ejército constitucionalista se hace con el poder y controla la mayor parte del país, aunque persiste un gran número de los antiguos líderes revolucionarios estos se hayan inconexos entre sí y, a excepción de los zapatistas, carecen de un plan político o de gobierno. El primer presidente del nuevo régimen constitucional, antes Primer Jefe de la Revolución, Venustiano Carranza, postula como candidato a la presidencia, pretendiendo imponerlo en el cargo, al civil Ignacio Bonillas, hombre con poco reconocimiento popular y de breve trayectoria política. Esto desencadena un conflicto armado con las facciones revolucionarias que le eran fieles y cuyos líderes esperaban una mayor incidencia en el poder, lo que desemboca en una división del grupo revolucionario constitucionalista: los leales a Carranza y los leales a Obregón, conocidos como Grupo Sonora[2] que se levantan en armas blandiendo el Plan de Agua Prieta promulgado por el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta. [3]


La rebelión agua prietista triunfa en mayo del mismo año y consigue que de la Huerta sea electo por las cámaras como presidente interino siendo su responsabilidad convocar a elecciones para el período 1924-1928. Durante su período se disuelven todos los grupos armados del país consolidando con ello la hegemonía del grupo Sonora[4]. A partir de la presidencia de Adolfo de la Huerta, el país inicia un largo proceso para encontrar una fórmula para la sucesión gubernamental, "... la victoria del grupo en el poder, cuyo soporte principal era aún el de las armas, debería transformarse en un verdadero triunfo social y político, produciendo un Estado auténticamente nacional e indiscutible, por ser más representativo y poderoso que cualquiera de los intereses en pugna. Para lograr tales propósitos era necesario transformar en actos positivos el compromiso constitucional de 1917. Así, en la medida en que el gobierno diera satisfacción a las necesidades y aspiraciones de los campesinos y los obreros, estos se identificarían con él y lo apoyarían. De esta manera, también, las fuentes del poder serían otras que las puramente militares.[5]"


Esa fórmula se presentaría con el gobierno de Lázaro Cárdenas y se consolidaría con el de Manuel Ávila Camacho: el presidencialismo. Sin embargo, las dos décadas transcurridas desde la caída de Carranza estuvieron plagadas de levantamientos, rencillas y fuertes crisis del ejercicio del poder.


Ocho gobernantes tuvieron los mexicanos durante este período. En 1920 Manuel, Lázaro, Pascual, Abelardo, Plutarco y Adolfo se rebelaron contra la imposición presidencial que pretendía Carranza. Adolfo fue presidente interino y Pascual fue su secretario. En 1923 Adolfo se levantó en armas contra la imposición de Plutarco en la presidencia dictada por Obregón. Manuel, Lázaro y Abelardo lo combatieron. Plutarco fue presidente y Adolfo se exilió en EEUU, Plutarco mandó a Pascual a Alemania. En 1928 Plutarco impuso a Emilio en la presidencia, mientras Manuel y Abelardo combatían a los Cristeros. En 1929 Emilio firmó la paz con los cristeros y rompió relaciones diplomáticas con la URSS. En 1930 Pascual es elegido presidente y Emilio fue su secretario. En 1932 por resistirse a su control Plutarco obliga a Pascual a renunciar e impone a Abelardo como presidente. Lázaro es secretario de Abelardo y en 1935 es electo presidente, Manuel es su secretario. Durante su período expropia tierras de familiares de Plutarco y Emilio, y clausura los negocios de apuestas que poseía Abelardo. En 1936 expulsa a Plutarco del país. En 1939 Plutarco intenta una intervención extranjera para deponer a Lázaro quien invita a Adolfo a regresar al país y Manuel es electo candidato presidencial contra las opiniones de Emilio, Abelardo y Pascual. Manuel sube al poder tras unas controvertidas elecciones en 1940. Dos años después convoca a la magna ceremonia donde los siete se encuentran por única vez.


Todos tenían una noción diferente de los términos que debían regir la entrega del poder, lo cual los enfrentó unos con otros durante 26 años, y los convirtió en las máximas figuras de poder en la política mexicana de ese período.


El 28 de mayo de 1942 México declaró la guerra a las Potencias del Eje a raíz del hundimiento de los buques petroleros “Faja de oro” y “Potrero del llano” por submarinos alemanes en aguas del Golfo de México[6], el ingreso a la Segunda Guerra Mundial requería un inmenso apoyo popular respaldado en un discurso conciliador. La unión hace la fuerza, unión contra el enemigo, unidad ante la guerra, unión ante el peligro: Unidad Nacional. Para lograr la unidad: olvidar las rencillas, afianzar amistades, concurrir todos juntos a la celebración de la unidad misma. El 15 de septiembre siete ex presidentes[7] concurrieron al zócalo de la Ciudad de México, olvidando los exilios, los levantamientos, los intentos de asesinato, olvidando los odios mutuos para unirse en tiempos de crisis, en tiempos de guerra. Nunca antes había sucedido y nunca más sucederá de nuevo, juntos, de pie en el estrado, en el mismo tiempo, en el mismo lugar, en la misma fotografía. Con qué cara te paras junto al enemigo, con qué perfil le sonríes a quien te forzó al exilio, con qué gesto saludas a las masas que aclamaron a tu némesis y te vituperaron ampliamente. Con que porte se soportan unos a otros, personificando la Unidad Nacional.
El 28 de mayo último, el país, por medio de sus representantes legales, afrontó, en el Congreso de la Unión, el problema político de la guerra. Hoy en esta Plaza de Armas –que a través de todas las contingencias, ha constituido siempre el ágora nacional- es el pueblo mismo el que viene a sellar los compromisos contraídos por el Gobierno.
... los tres colores de nuestro pabellón flamearán con honra, a los libres vientos de un mundo que está resuelto a luchar hasta el último extremo para mantener incólume la independencia, la dignidad y la democracia por la que murieron nuestros antepasados y por las que nosotros combatiremos sin restricción.
Este acto es un testimonio de fe. En este sitio, en el que palpita el corazón de la patria, ¡qué claramente oímos la voz de México!
Hemos vivido –nos dice- en la sangre y en el dolor, pero no porque amásemos la crueldad, sino porque el dolor y la sangre eran necesarios para cimentar la estructura del progreso social y de la justicia. Hemos sufrido con estoicismo todas las torturas, pero no por pasividad sino por firmeza; pues sabemos perfectamente que las grandes conquistas de la civilización solamente perduran cuando se afianzan en carne propia y cuando son el producto de una constante batalla contra las fuerzas del mal y de las tinieblas.
Hemos sido rebeldes porque no queríamos ser esclavos. Y ahora que la ola de fuego del imperialismo más arbitrario trata de reducir a cenizas nuestra existencia, aquí estamos todos, los de hoy los de ayer, los ausentes y los presentes, los que viven y los que fueron, constituyendo una unión sagrada que ningún ataque enemigo dividirá.


El pueblo de los dolores, pena una vez más por la guerra pero se alegra porque la desgracia que lo aqueja ha conseguido unir a los protagonistas de los últimos dolorosos años, los arquitectos del progreso social y la justicia del México revolucionario. Cerca los unos de los otros, uno habla, los demás en silencio miran incólumes a la multitud que no sale en la foto. El plano de la fotografía da fe de su humanidad: las arrugas en sus rostros, las corbatas diferentes, los trajes en unos los uniformes en otros; y a la vez los monumentaliza, en sus gestos, en la mirada, en su carácter de definidores de la vida nacional. Detrás, engalanado para la ocasión está el palacio desde donde gobernaron todos, de frente el pueblo al que gobernaron. La luz natural y cenital acentúa el carácter de ceremonia cívica, el plano americano que muestra la augusta solemnidad de los mandatarios acentúa la importancia de la misma, de ellos mismos.[8]


El estrado se disuelve en el anonimato de los que están pero no son nadie, los funcionarios menores en el fondo, el hombre trajeado que a todas luces viola el protocolo de la ocasión, y el equilibrista en el barandal, ajustando o cambiando el flash de su cámara, preocupado no por el momento sino por la imagen. En simetría a él se encuentra nuestro fotógrafo, por el ángulo de la fotografía es probable que el también se balancee frente a los ex mandatarios. Nuestro fotógrafo es uno de los Hermanos Mayo, nombre con el que se conoce a los fotógrafos Francisco Souza, Faustino del Castillo, Cándido Souza, Pablo del Castillo y Julio Souza, españoles que a principios de la década de los 30 fundaron la agencia de fotografía periodística Hermanos Mayo[9].


Entre la proclamación de la Segunda República Española en 1931 y el estallido de la Guerra Civil en 1936, los Hermanos Mayo trabajaron para varios periódicos liberales[10] y con algunas publicaciones más comprometidas con la izquierda[11]. Al empezar la guerra, se incorporaron en diversas unidades[12] dispersándose por toda España. Con la derrota republicana Pablo y Julio fueron encarcelados, siendo reclamados para su exilio por la embajada de México en Lisboa en 1947 y 1952 respectivamente; Paco, Faustino y Cándido fueron internados en campos de concentración franceses logrando exiliarse en México en 1939, para llegar a bordo del Sinaia con otros 1,600 refugiados españoles[13], e instalar de nueva cuenta el colectivo Hnos. Mayo.


La experiencia adquirida por ellos en la guerra, revolucionará la fotografía periodística en México, a través de un acercamiento con lo que es fotografiado y a través de la innovación técnica.


En el primer sentido el carácter fugaz pero definitorio de los acontecimientos fotografiados en la guerra requieren para con el objeto fotografiado una cercanía carnal apoyada en un carácter inmediato y con preeminencia de los primeros planos. En este sentido dice Julio Souza:
"La fotografía de prensa, no sólo para los Hermanos Mayo, sino para cualquiera que quiera ser reportero gráfico, debe hablar antes que el texto[14], debe decir por si misma qué es, qué mensaje lleva, qué ocurre...[15] Los fotógrafos de prensa somos la infantería del periodismo, porque siempre tenemos que marchar en primera línea. Tenemos que ir al lugar, no nos lo pueden contar, tenemos que verlo a través del visor de la cámara.[16]"

La innovación técnica se da en la incorporación de nuevos implementos o materiales, en particular el uso de cámaras Leica.[17] Las condiciones de vida en el frente de batalla, así como el riesgo directo que implica el estar presente mientras se desarrolla la misma, exigen al fotógrafo una mayor movilidad, un equipo ligero y fácil de maniobrar y una mayor eficiencia de su producción fotográfica[18]. Todo ello facilitado por la cámara Leica[19], cuyo uso se generalizó en México por los Hnos. Mayo.
"Los directores de fotografía de las publicaciones mexicanas no creyeron que se podían hacer buenas fotos de los negativos chicos de 35 mm que utilizaban las Leicas y preferían las placas de 4 x 5 ó de 5 x 7...[20] los Mayo tenían una ventaja enorme: las Leicas llevan rollos de película con 30 o 40 exposiciones, mientras las viejas cámaras traían placas con sólo 12 exposiciones. Una vez que se aclaró que los negativos de 35 mm eran perfectamente aceptables para [su] publicación en revistas y periódicos el mayor número de fotos que los Mayo podían tomar les dio más posibilidades de cubrir eventos a fondo.[21]"

Su acercamiento a lo fotografiado, sus capacidades técnicas y su habilidad para trabajar colectivamente, los dotó de un don de ubicuidad[22].


El 15 de septiembre de 1942 alguno de los Hermanos Mayo retrata a los actores estelares de la Gran Asamblea de Acercamiento Nacional, ceremonia convocada desde la presidencia para aglutinar a la ciudadanía en un momento de crisis y amenaza para la nación: la Segunda Guerra Mundial.


Entre los ataques del exterior y las acomodaciones [sic] violentas del interior, nuestra vida fue construyéndose, día a día, hasta llegar a esa noble etapa de reivindicaciones humanas que inició la revolución de 1910.
Un México más genuino y más libre surgió de ese movimiento. Un México que podía sentirse ya con derecho no a las molicies de la indolencia, pero sí a los trabajos fértiles de la paz.
Sin embargo, esta vez también lo que creíamos haber definitivamente logrado merced al sacrificio de nuestros mártires populares, se hallaba en duda. Las viejas fuerzas que habíamos tratado de desarticular y de deshacer a lo largo de un siglo de abnegación, representan de pronto para nosotros un peligro más grave que todos los anteriores. Ante las agresiones del Eje, el país entero se puso en pie. Así México conmemora este año su Independencia bajo el signo dramático de la guerra.
La hora es de unión y de austeridad. De cada una de las entidades del territorio nos llega un mensaje análogo: México está decidido a colaborar para la victoria final de las democracias; las ciudades de México no desean permanecer en el ocio de una espera inerte e irresponsable; el pueblo de México no se dejará vencer por la desmoralización de los derrotistas, ni por el temor de una lucha que aceptamos con energía y que libraremos con pundonor.

Un México más genuino y libre emanó de la Revolución, después de diez años de enfrentamientos armados vinieron 22 años de puñaladas traperas. Veintidós años que terminan ese 15 de septiembre con la hegemonía del presidencialismo a la sombra de la Unidad Nacional. Después de una historia nacional en donde la continuidad, transición y sucesión del poder estaba definida por las armas[23], la sucesión presidencial entre de la Huerta y Obregón[24] fue determinada por éste último, él mismo fijó que lo sucediera Calles y tras ello su propia reelección, misma que no se llevó a cabo por que fue asesinado siendo ya presidente electo. Emilio Portes Gil, un civil obregonista moderado es nombrado presidente interino para el período 1928-1930. Tras el asesinato de Obregón, Calles se pronuncia, en su último informe presidencial, por la hora de abandonar el caudillaje y girar hacia la institucionalización, así se funda el Partido Nacional Revolucionario como una confederación de partidos de carácter “revolucionario” que pueda mediar en la sucesión presidencial, sin embargo es Calles el que toma las decisiones negociando con las cámaras, el partido y el presidente en última instancia. El período de la supremacía callista controlando toda fuerza política por encima de los presidentes se conoce como “Maximato” y corresponde a las presidencias de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, quien es electo en 1930 y renuncia en 1932, y de Abelardo L. Rodríguez presidente interino hasta 1934, año en que es electo presidente el general Lázaro Cárdenas[25].


Es el primer mandatario desde Calles en concluir su período el cual, por primera vez, es de seis años. Al finalizar el Maximato "la continuidad en el poder había permitido al grupo gobernante compartir otras formas de dominio social. Al construirse las obras complementarias para la transformación de la economía agraria, de los servicios públicos de la salubridad y la educación, una derrama de bienes empezó a generar una clase nacional económicamente fuerte fuera y dentro del poder público. Por otra parte, la necesidad del crédito extranjero para el propio crecimiento nacional, había atemperado mucho las actitudes nacionalistas mantenidas durante la revolución armada."[26]

Como simultáneamente las presiones populares no cesaron del todo, los años del Maximato fueron especialmente ambiguos y fluctuantes entre la lealtad y el abandono de las tesis revolucionarias de 1917. Al inicio del gobierno de Cárdenas la agitación social se manifestó incontenible, pero, rompiendo el estilo político de sus antecesores, él tomó partido por los movimientos populares. Confiados en el apoyo gubernamental, los obreros primero y los campesinos después, rebasaron a las antiguas organizaciones y a sus viejos líderes, incorporados al Maximato. Esa forma de liberación de las fuerzas sociales no significó que el gobierno dejara de operar sobre ellas, como en efecto venía haciéndolo desde la presidencia de Obregón, sino que los objetivos de su dirección serían distintos, constituirían el sustento “de dientes para afuera” de la legitimidad del poder presidencial. Dio inició el presidencialismo, como método de sucesión gubernamental en el que se abandonó el poderío de un solo hombre para dar cabida al poderío de una institución, la presidencia, sustentada aparentemente de manera popular, y en donde el acceso a dicha institución estaba mediado por un organismo, el partido, que garantizaba y salvaguardaba los intereses de todos los cotos de poder, y que de igual manera se encontraba cimentado en bases simuladamente populares.

Sin embargo el proceso que había permitido la inauguración del presidencialismo había mermado los intereses de la nueva clase económicamente fuerte, dañado los de las potencias extranjeras (en particular por la expropiación petrolera y la nacionalización de los ferrocarriles), y empoderado a las clases populares, todo lo cual, sino conseguía equilibrarse y responder al poder presidencial, amenazaba directamente al mismo.

Es por ello que el sexenio de Manuel Ávila Camacho, se enfocará a conseguir tan preciado equilibrio que permita consolidar definitivamente el presidencialismo.

"El gran telón de fondo de la segunda guerra mundial justificó la nueva política, proclamada como de unidad nacional, que en realidad se tradujo en un forzado quietismo [sic] social favorable al renacimiento de los factores de poder deteriorados en el sexenio anterior. La reforma agraria, antes floreciente, languideció. Los movimientos obreros también. El capital extranjero, ligado más que nunca –y por razones de seguridad y táctica internacionales- con el capital nacional, se dejó sentir otra vez poderoso e incontenible. Pero en verdad el régimen de Ávila Camacho no fue del todo ajeno a la revolución y su ideología. Hizo suya una parte de la doctrina y la puso en práctica..."[27]

Se favoreció un fuerte nacionalismo a la vez que se dio entrada a los intereses internacionales, se proclamo la independencia económica[28] y simultáneamente se dieron facilidades de inversión a los extranjeros, se ofreció trabajo a las masas lo cual además proveía de trabajadores a una planta industrial que de lo contrario se hubiera desmoronado[29]; en fin, cada una de las acciones del gobierno[30] estuvo dirigida a conseguir el equilibrio social bajo la hegemonía presidencial. Así apelando a la necesidad de la unidad nacional en un momento de crisis Ávila Camacho consiguió que los diversos sectores de la sociedad en pugna atemperaran sus intereses, haciéndoles pequeñas pero significativas concesiones, de modo que pudo consolidar y afirmar el presidencialismo en toda su extensión. Unidad Nacional ante la guerra, Unidad Nacional que posibilita al presidente para maniobrar a su manera con todos los cotos de poder nacionales y cobijarlos bajo su ala protectora que se encarna en este grandilocuente ceremonia, ¿qué hermanos podrían odiarse tras ver a Caín y Abel reconciliarse?

Cuando lo que se debate es la perduración de la Patria, las peculiaridades personales y los anhelos partidistas no tienen razón de ser.
En una época en que la memoria de nuestros héroes nos exhorta a salvar de la ira extranjera la integridad de nuestro destino, los desacuerdos particulares debilitarían la energía colectiva, la discordia implicaría una traición y las pasiones sectarias ceden el paso a la determinación respetable de un pueblo en guerra: la de unirse, sin reticencias y sin reservas, para vencer.
De ahí la importancia vital de este acto de acercamiento, en el que los representantes caracterizados de nuestro pasado inmediato y de nuestro presente se asocian y fraternizan, inspirados por un ideal mucho más elevado que el de las transitorias pugnas de orden interno: el de asegurar, frente al riesgo, la cohesión absoluta de la República.

Esta fotografía asegura contra el riesgo, esta fotografía es la cohesión absoluta, es la cumbre del presidencialismo, la cúspide del patriotismo, la corona de la Unidad Nacional.

Antes de iniciar la ceremonia los siete hombres se encontraban en Palacio Nacional. Al salir de las oficinas presidenciales hacia el palco, por un error de coordinación de los edecanes los siete hombres más poderosos del país en los últimos 22 años se quedan encerrados solos en una sala de espera. Tratan de salir pero todas las puertas están cerradas. Con qué cara te paras junto al enemigo, con qué gesto le sonríes. El incidente rompió el hielo y al poco tiempo fueron liberados por los edecanes que sin saberlo habían disuelto la tensión. Salen de su encierro y en la sala de espera dejan sus odios. Se plantan con todo su peso en la Unidad Nacional.

La habilidad de los Hermanos Mayo concreta en esta imagen todo el peso de la ceremonia. El retrato de los hombres más poderosos políticamente de la vida nacional postrevolucionaria, convoca verdaderamente a la unidad. Esta fotografía, en correspondencia con lo que los Mayo proclamaron como su idea de la fotografía, está en primera línea, está en un frente de batalla. La fotografía habla, no por si misma, pero sí con su historia, sí con el discurso que en ella aparece pero no se ve: la Unidad Nacional ante todo, cuando más lo necesita la nación.






[1] Discurso pronunciado por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho en la ceremonia de Acercamiento Nacional el 15/09/1942, “Mensaje del Presidente”, periódico El Universal, 16/09/1942 (de aquí en adelante las referencias a dicho discurso se indicaran con cursivas)
[2] Conocidos así por ser éste el estado natal de sus principales líderes (Obregón, Calles, de la Huerta) y allegados.
[3] Apuntes tomados por el autor, del curso Revolución Mexicana I y II impartido por la Dra. Josefina Mac Gregor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en el semestre 2008-1 y 2 (De aquí en adelante las referencias a dichos apuntes se indicaran marcando ARM a pie de página.)
[4] Varios de los caudillos serán expulsados del país como Pablo González o Félix Díaz, algunos se retirarán a la vida civil como Francisco Villa y los generales de la División del Norte, caso particular es el de los zapatistas que, al ser siempre enemigos de Carranza, se adscribieron en 1920 al Plan de Agua Prieta formando parte del ejército del Grupo Sonora mismo que fue incluido, en su totalidad, al terminar el conflicto a las filas del Ejército Federal. ARM.
[5] Eduardo Blanquel, “La Revolución Mexicana” en Daniel Cosío, Historia mínima de México, pág. 146.
[6] Podemos hablar de tres momentos en la Segunda Guerra Mundial hasta 1942, en primer lugar el inicio de la guerra con la invasión e Alemania a Polonia que después se extiende a Noruega, Francia, Holanda y Bélgica, en donde se definen los bandos combatientes y que está caracterizado por tener como zona de guerra Europa y el Mediterráneo, al final de este período se consolidan las llamadas Potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón; después hay una primera expansión de la zona de guerra hacia el África septentrional y el Asia menor por un lado, y hacia la península de Indochina e islas cercanas por el otro, que culmina con la entrada de EEUU a la guerra después del incidente de Pearl Harbor en 1941; de ahí hasta 1943 el Eje extiende sus ataques hacia la periferia dañando sobre todo suministros de cualquier tipo para los aliados, como los pozos petrolíferos de Irán que proveían a la URSS del energético. En este afán por mermar de cualquier modo las posibilidades de ataque de los aliados se inscribe el ataque alemán a los buques mexicanos pues México abastecía de petróleo a EEUU y al Reino Unido. Vid. Enrique Cárdenas, Gesta en el Golfo, México: Editorial Primicias, 1966
[7] El octavo mandatario, Álvaro Obregón, había sido asesinado en 1928.
[8] Esta fotografía fue publicada por los diarios Excélsior y El Nacional, en su segunda sección, el día 16 de septiembre de 1942.
[9] El colectivo está formado por miembros de dos familias los Souza Fernández y los del Castillo Cubillo. Todos se conocieron en distintos momentos y lugares trabajando como fotógrafos en muy diversas publicaciones. Aunque se han señalado diferentes motivos para el nombre del colectivo el más común lo relaciona con las aclamadas fotografías que Francisco tomó de una manifestación el 1º de mayo: “Salimos Paco, un compañero sordo llamado Manolo y yo. Iba a haber elecciones y la gente andaba con las cosas de la República; estaban muy en contra de la guardia civil que era muy represiva. Vino la represión: durante la manifestación se armó un relajo y tomamos fotografías que se publicaron en los periódicos. Entonces, todo el mundo hablaba de ‘las fotos de mayo’; empezaron a decir ‘Mayo, Mayo’, y nos quedamos con Mayo.” (Testimonio de Faustino Souza recogido por John Mraz) John Mraz, “Los Hermanos Mayo: Trabajando una mirada” en IVAM Centre Julio González, Foto Hnos. Mayo, pág. 23.
[10] Como El heraldo de Madrid y El Liberal. Ibid, pág. 24
[11] Como Mundo Obrero, Renovación, Juventud Roja, El Socialista y Claridades, Ibid.
[12]Julio fue el único que además de ejercer su oficio fue artillero. Como dato curioso Faustino trabajó para el periódico de la Primera Brigada Pasaremos dirigido por Adolfo Sánchez Vázquez, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ibid.
[13] El recibimiento de los exiliados republicanos fue una de las muchas acciones de Cárdenas que promovieron una visión del régimen más cercana a ideas de tipo socialista, además de difundir la preocupación de México por la situación internacional lo cual, como se dirá más adelante, fue fundamental para el gobierno de su sucesor en el poder.
[14] “... la fotografía de prensa se manifiesta en el periódico como si fuera un texto autónomo que entra en interrelación con los textos escritos. La fotografía de prensa no es cualquier texto, sino que aparece como un texto visual cuya misión es vehicular un mensaje informativo o publicitario.” Lorenzo Vilches, Teoría de la imagen periodística, pág. 80.
[15] Julio Souza, “Fragmentos de un discurso” en IVAM Centre Julio González, Foto Hnos. Mayo, pág. 15
[16] Ibid, pág. 13
[17] Las cámaras más usadas en México eran la Graflex y la Kodak 3A, siendo inconveniente de la primera su gran peso y la necesidad de un trípode si no había buena iluminación, y de la segunda la baja calidad de los lentes. Ambas usaban placas de 12 exposiciones. Oliver Debroise, “IX. Contrapunto” en Fuga mexicana: un recorrido por la fotografía en México, pág. 255.
[18] Es decir que de una serie de tomas realizadas se desperdicien las menos posibles.
[19] “Esta cámara pequeña y ligera fue inventada en Alemania en 1924. Comparada con las grandes cámaras como el Speed Graphic [que usaban los fotoperiodistas de entonces], que pesaba cerca de cuatro kilos, la Leica aumentaba radicalmente la movilidad de los fotoperiodistas permitiéndoles moverse libremente, acercarse a los sucesos y sacar fotos desde el centro de la acción sin llamar demasiado la atención.” John Mraz, opcit., pág. 26. Sin haber visto el negativo de la fotografía, lo cual permitiría determinar fácilmente con qué tipo de cámara se tomó la fotografía, podemos conjeturar que sí fue tomada con una leica por varias razones: distintos autores de la bibliografía (Mraz y Debroise sobre todo) hacen hincapié en que los Mayo usaban desde la guerra en España estas cámaras y que siempre fueron su instrumento de trabajo, esto se ve reforzado por la multitud de fotografías en la que aparecen los Hnos. Mayo siempre con una Leica, y por último las diversas fotografías sobre el evento que se publicaron en la prensa se caracterizan por su cantidad, sus muy distintos ángulos y posiciones, y muy diversos puntos dentro del zócalo desde donde se tomaron, características que como ya se dijo facilitaría el uso de una leica.
[20] Ibid.
[21] Ibid., pág. 27
[22] Ibid.
[23] Aunque la sucesión presidencial después de Obregón no se definió nunca de manera violenta, no por ello dejo de haber intentos por que así fuera, desde la rebelión de De la Huerta en 1923 hasta el alzamiento del Secretario de Agricultura, Saturnino Cedillo, en 1938.
[24] Se entiende que Obregón, ni Calles después, no sustenta su valor político y su influencia en sí mismo, sino en el apoyo de diversos grupos de poder, en particular, el ejército.
[25] ARM
[26] Eduardo Blanquel, opcit., pág. 148
[27] Ibid.
[28] “El Presidente de la República, señor general de división don Manuel Ávila Camacho; los Gobernadores de los Estados y los Presidentes Municipales proclamarán hoy, a las 11 de la noche, en la ceremonia del “Grito”, la Independencia Económica de México, al vitorear a los héroes de la patria... De esta manera, la nación unánimemente y en el mismo instante, fundirá con patriótico entusiasmo su más alta aspiración de independencia integral.” El Universal 15/09/1942
[29] Durante el período beligerante México convino con EEUU el ingreso de miles de obreros y agricultores mexicanos que laboraran en sustitución de los estadounidenses que se hallaban en el frente.
[30] Llama la atención la extensión del ideario de la Unidad Nacional a muy diversos ámbitos de la vida cotidiana, es por ejemplo entonces que surge como un algo que favorece a la misma la expedición de credenciales que dan fe, como documento oficial, de la nacionalidad mexicana, también entonces se determina la existencia de una bandera nacional en cada embajada o consulado en el extranjero. Por otro lado surge la publicidad alusiva a la guerra y a la Unidad Nacional, para muestra un botón: un anuncio de Sidral Mundet que muestra en primer plano una botella de dicho refresco y al fondo un hombre y una mujer, con uniforme del ejército mexicano, que saludando marcialmente exclaman: “Lo mexicano siempre es mejor ¡lo saludamos!”